El taller, coordinado por el Ma. Pedro Tifa De Jesús en el Politécnico Vicente Aquilino Santos, se centró en el propósito fundamental de la evaluación: comprender para mejorar. Esto implica que la evaluación no solo busca calificar, sino que es una herramienta poderosa para que el estudiante regule su propio aprendizaje e identifique fortalezas y dificultades, y para que el docente reoriente su práctica y mejore la enseñanza. Se enfatizó la distinción entre los tres momentos clave de la evaluación: Diagnóstica (¿Dónde partimos?), Formativa (¿Cómo vamos?), y Sumativa (¿Qué logramos?), siendo la formativa crucial para el
feedback constante y la mejora continua.
Un eje central del encuentro fue la transición "Del Saber al Saber Hacer", promoviendo evaluar competencias en lugar de solo contenidos. Evaluar competencias se enfoca en el "saber hacer" (aplicación) en contextos situados, lo que permite múltiples soluciones posibles y pone énfasis en la creación y argumentación, a diferencia de la evaluación de contenido que se limita al conocimiento teórico y la reproducción. En la formación técnica, esta diferencia es vital, pues la competencia real se demuestra al ejecutar correctamente un procedimiento, no solo al definir un concepto. Se recomienda un peso de 40-60% para la evaluación formativa y 60-40% para la sumativa, y de 0% para la diagnóstica, la cual se usa solo para planificar.
Para lograr esta evaluación de competencias, se presentó la rúbrica como la "aliada principal". La rúbrica es esencial porque comunica expectativas claras, guía el proceso de aprendizaje, facilita el feedback específico y objetiva el proceso de calificación al usar descriptores observables para evitar la subjetividad. Además, se exploraron otras herramientas como las listas de cotejo, escalas de valoración y portafolios, y se abordaron preguntas frecuentes sobre cómo manejar ritmos de aprendizaje diferentes, cómo evaluar grupos grandes (mediante estaciones rotativas), y la importancia de la regla de las Tres Evidencias (Proceso, Producto y Reflexión) para verificar la competencia.
En conclusión, el taller brindó a los participantes herramientas prácticas y una perspectiva clara para transformar la evaluación en el aula, pasando de ser un mero acto de calificación a un proceso continuo de comprensión y mejora. Se promovió la transparencia mediante el uso de rúbricas públicas y la integración de la evaluación formativa en las actividades cotidianas para asegurar que el sistema educativo refleje la competencia real y demostrable del estudiante.















































































































































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